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Las políticas públicas no pueden basarse en creencias religiosas

Publicado: 2016-03-29

Hace unas semanas la Cámara de Diputados de Chile dio un paso importante aprobando un proyecto de ley para despenalizar el aborto terapéutico en casos de riesgo de vida de la madre, violación e inviabilidad del feto. El avance es valioso más aún si tomamos en cuenta que el anterior gobierno prometió vetar la iniciativa si esta prosperaba y además considerando que la prohibición del aborto en cualquier caso fue obra de la dictadura vivida en Chile. El mensaje fue claro, la discusión no debería centrarse en temas sanitarios, ni morales; la discusión debe centrarse en temas políticos, derechos, libertades y autonomía. 

Pocos son los que en el Perú se atreven a poner este tema sobre la mesa, cuando aparecen uno o dos candidatos que tienen entre sus propuestas la despenalización del aborto al rato saltan las "marchas por la vida" que convocan a miles a luchar por una pseudo defensa de derechos o los curas que azuzan a la población diciendo que votar por el candidato A o por el candidato B sería un pecado. Ese es un buen resumen de lo que es la iglesia católica, cuyo principal rol en nuestra sociedad ha sido condicionar conductas a través del miedo. Sí, la religión no enseña, la religión direcciona el accionar de la gente en base a miedos sembrados.

Cada ciudadano es libre de elegir su equipo de fútbol, su ideología política y su religión. El rol que tiene la Iglesia debería ser circunscrito al púlpito desde el cual el cura da el sermón. De otro lado el Estado debería tener como obligación garantizar ciertos aspectos fundamentales, entre ellos la libertad y la autonomía de las personas más allá de su religión. Sí, la religión en términos de políticas públicas debería de ser tan irrelevante como ser hincha de un determinado equipo fútbol. 

Si una mujer cree que tener un hijo producto de un embarazo por violación es lo correcto, pues es su derecho; si la misma mujer cree que Dios y la Iglesia la castigarán pero aun así decide abortar, entonces que se recrimine, que se confiese y posteriormente se azote si es que así lo desea o lo manda su penitencia. Pero debe quedar claro que del otro lado hay mujeres que no quieren vivir con eso, hay mujeres que consideran que su derecho a decidir está por encima de Dios y de la Iglesia y para las cuales una confesión o la palabra de Dios no representan ni un ápice de compensación frente a la vida que les tocará llevar, ellas tienen derecho a decidir sin que de por medio haya un cura hablando del derecho a la vida; ni una sociedad que las juzgue; ni un Estado que las limite, es una cuestión simple y básica, es una cuestión de libertades. El Estado debería ser por defecto aquella institución que garantice igualdad de oportunidades para el desarrollo pleno de las personas, sin presiones de la Iglesia ni de ciertos sectores de la sociedad. Si el Estado no puede cumplir con garantizar aspectos sencillos como seguridad, no debería limitar aspectos fundamentales como libertad.

La Iglesia tiende a distorsionar la estructura de la sociedad y a confundir a la gente. Debe de quedar bien claro que la ciudadanía no se enseña en los colegios en los que todos los día se reza media hora en el patio mientras que en los salones se refuerzan estereotipos; no se fortalecen instituciones a partir de un cura que dice que te vas al infierno por votar por uno o por otro candidato. 

Así como la mayoría de peruanos exigimos un Banco Central independiente, deberíamos clamar también por un Estado independiente y libre en términos religiosos.Las políticas públicas no pueden basarse en creencias religiosas, los problemas sociales no pueden esconderse tras una oración, la decisión y autonomía de las mujeres es un derecho y una deuda pendiente que el Estado tiene hacia ellas hace ya tiempo.


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